martes, 15 de junio de 2010

Reencarnación "Más Historias de Reencarnación"

                    


Por lo general, ilustra más sobre un fenómeno conocer ejemplos que empaparse de teoría, que no siempre conduce a resultados positivos. Hasta ahora, los casos expuestos podrían tener, salvo algunas excepciones, una explicación razonable, que podría entrar dentro del terreno científico. Lo malo de estos casos es que, por muchos que sean los elementos que se aporten, seguirán sin convencer a los escépticos, así como los exageradamente crédulos suelen creer con los ojos cerrados todo cuanto se les diga. Pero es necesario escuchar, de vez en cuando, a quienes han analizado este fenómeno paranormal a lo largo de los años.

La Dra. Helen Wambach es una de esas personas, como el Dr. Stevenson, que han procedido con admirable seriedad y han logrado un abultado archivo de casos. En el caso de esta especialista, los 1.000 casos archivados son de vidas recordadas por medio de la hipótesis. Contó con diversos voluntarios para proceder a una misma regresión en el tiempo, hasta el año 1850. Deseaba conocer su punto de vista sobre la vida en el lejano Oeste. De los 68 voluntarios que se prestaron a la prueba, 16 dijeron que habían vivido en aquella época y en aquel lugar. De los 51 proyectados a los tiempos de Jesucristo hubo 4 que aceptaron haber vivido entonces. 


Ningún voluntario enviado a los tiempos de Cleopatra admitió haber sido ella. Sólo comieron alimentos sencillos y apenas carne. Dijo finalmente la psicóloga que cualquiera puede ser enviado al pasado y descubrir una vida anterior.

La niña de 14 años Rita, que vivía en Uyo, Nigeria., 1973, sorprendió a sus padres al decir que no eran ellos, sino otros, los cuales vivían en Essien, a unos 45 kilómetros. Los padres de la niña creyeron que había enloquecido. Días más tarde, Rita tomó un taxi-bicicleta y se dirigió a la otra población. Se presentó en casa del reverendo Akpan como su hija, muerta 22 años antes, a la edad de 8. El hombre reconoció haber tendió una hija que había enfermado de gravedad, hacía 22 años, y que cuando era conducida al hospital en un taxi-bicicleta, cayó al suelo y se lastimó la quijada. Rita le mostró su cicatriz, en el mismo sitio, y el reverendo quedó asombrado. La niña preguntó entonces por su madre, que se hallaba en una granja cercana. Acudió a la granja y abrazó a la sorprendida mujer, a quien dijo que era su hija, muerta de niña 22 años antes.

Dolores Jay, 52 años, mujer de un pastor metodista de Elkton, Virginia, fue hospitalizada por éste en 1970 para curar las jaquecas que la aquejaban. Encontrándose la mujer en trance, se puso a hablar en alemán, un idioma que ella supuestamente desconocida. Declaró que se llamaba Gretchen Gottleieb y que era hija natural de un burgomaestre alemán asesinado cuando ella tenía 16 años de edad. Añadió que fue capturada y asesinada en un bosque por unos forajidos, en el siglo XIX, al ir a buscar un caballo para que su tío huyera de unos enemigos políticos.


El Dr. Ian Stevenson, que estudió el caso, decía que siendo alemanes los abuelos de la señora Jay, pudo haber aprendido el idioma en su niñez y forjado inconscientemente aquella historia. Es un fenómeno que sucede con frecuencia añadió.

Joan Digdy, de 24 años de edad, trabajaba desde hacía diez años en las calles de Manhattan. Ejercía la prostitución. Un lunes de junio 1935, abandonaba el City Hall, después de ser severamente juzgada por trabajar en tan censurable profesión, cuando un vehículo la atropelló al cruzar la calle. Murió al instante. Transcurrieron 35 años. En el otoño de 1970, una educadora de la universidad de Columbia, cuyo nombre era Ann McCartey, fue conducida en una ambulancia al hospital de Long Island para ser tratada de lo que parecía una simple amnesia. Ann se había olvidado de quien era. Acababa de ser víctima de un rechazo amoroso que le produjo un fuerte trauma.

En el hospital, le aplicaron un calmante y su actitud cambio de repente. Se irguió frente al médico y comenzó a cantar una canción de los muelles. El médico le ordenó sentarse, pero ella respondió que todavía no nacía el hombre que le diera órdenes a Joan Didby. Se acercó ella al espejo, para arreglarse el cabello. Al verse reflejada, lanzó un grito, llevó las manos al rostro y cayó desmayada. Es preciso decir que si el novio de Ann la rechazó no fue por guapa precisamente.


Durante las siguientes semanas, la mujer contó muchas cosas sobre la vida de Joan Digby que una dama no podía conocer. El médico indagó en los tributos y vino a descubrir que existió una joven de ese nombre, quién murió unas horas antes de venir al mundo: la educadora a quien todos creían loca.

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