martes, 20 de julio de 2010

Desarrollo Humano "Impusados por el Ego" (Ricardo Raúl Benedetti)

Suele ocurrir que algunas personas al detallar sus vivencias amorosas se sitúan como víctimas en sus fracasos sentimentales o no fueron correspondidas como creían merecer. En estos casos siempre y sin excepción, el dolor que invade es producto de un ego herido por la pérdida de ese amor o sentimiento, que pensaban era de su propiedad y que duraría toda la vida.
El ejemplo más acabado lo tenemos en la novela mediática que protagonizan Virginia Gallardo y Ricardo Fort, habiendo sido este último conquistado enfermizamente por el personaje de ficción que inventó (y que al día de hoy controla a su vida), negando lo evidente que Gallardo expresa en cada uno de sus rechazos, y realizando acciones afines a las fluctuaciones mediáticas del minuto a minuto, para continuar sosteniendo el brillo que su ego le exige, como estrella fugaz, en el cielo mediático de Showmatch.
Si nos mantenemos perceptivos y abiertos a la realidad podemos darnos cuenta que los orígenes de cualquier distanciamiento en nuestras respectivas parejas comienzan en un sentir impulsivo del ego, que influye en las acciones que variadamente realizamos día a día.
Si fuimos los principales responsables de haber roto la relación, por cometer errores que en su momento no reconocimos, negamos estos hechos a nuestra conciencia y actuamos como si nada hubiera ocurrido, repitiendo a posteriori las mismas faltas, una y otra vez.
Si nos hacemos cargo de estos desaciertos sin intentar comprenderlos nos invadirá la culpa de lo sucedido y a partir de allí, decaeremos en síntomas depresivos que harán estragos en nuestro ánimo.
Y si finalmente fuimos traicionados o simplemente la otra parte nos dejó, nos situaremos en el rol de víctimas comenzando a desconfiar de las bondades de este sentimiento profundo, justamente por el dolor que sufrimos y el orgullo golpeado, dejando de creer en su magia y resignándonos a vivir en la mediocridad afectiva.
El amor egoísta impide comprender el libre albedrío que poseemos; distorsiona la visión trascendental y nos encierra en la búsqueda de nuestra propia satisfacción, sin que importe la otra parte, como si esa persona fuese un objeto que debe actuar y sentir según nuestras propias exigencias.
¿Cómo alcanzar el equilibrio en una relación amorosa? La clave está en un vínculo basado en el mutuo respeto. Además:
Logramos la armonía cuando amamos sin condiciones.
Sin esperar nada cuando damos algo, puesto que todos reaccionamos distinto ante un obsequio recibido, sea material o afectivo.
Sin reclamos de ningún tipo, comprendiendo que todos somos perfectibles y cometemos errores. Basta con alejarnos si la relación nos daña.
Sin manipulaciones de terceros, en la búsqueda de satisfacer nuestras necesidades, porque sólo son nuestras y ninguno más se tiene que hacer cargo de ellas.
Sin forzar cambios de la otra parte, aceptándolo tal cual es.
Esta visión incondicional la podemos aplicar en todas las variables del amor: hacia nuestros padres, amistades, pareja e hijos.
El amor es la fuerza madre y vital que da el impulso de vida en cada momento. Esta misma fuerza no hace diferencias de ningún tipo con las personas. El ego divide las aguas e induce a clasificar los sentimientos y por consiguiente, a valorar más a unos que a otros, sin permitirnos ver al amor en toda su dimensión.
El amor genuino permite trascender hacia un universo emocional profundo, permitiéndonos abandonar formas que nunca fueron parte de nosotros, y dejando al descubierto el ficticio amor que protagonizan las estrellas fugaces del firmamento mediático en el exitoso circo de Showmatch.

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